Friday, May 24, 2013

"Espóradico" es el adjetivo idóneo para calificar mi "dedicación" a la escritura. Podría calificar de esta manera mi forma de vivir. Una vida espórádica salpimentada con ira. La ira me mueve. Energía pura. Me arroja a la vida, pero también me resta vida. Cada vez que la uso me desvasta un poco. Alimenta el cáncer que un día, tal vez, termine por comerme.
El cáncer es un poco o un mucho como Tetzuo: muerto por excedente de sí mismo; expandirse hasta no poder contenerse y desaparecer. Hoy, la furia que no logro contener comienza a golpear a los que me rodean. No lo puedo evitar; harto estoy. Harto de la contención. Antes -tiempo pasado- la escritura como la llave que se abre y permite la salida de absolutamente todo -como describía, más o menos, sus arranques de creatividad Henry Miller-, esa escritura semiautomática que sale a borbotones, me salvó de mi mismo por un tiempo: de mis manos, pensamientos, ideas, miedos, sueños de todos eso que atromenta y ofusca. Esa oscuridad encontraba fuga, despresurizaba el alma y la mente. Pero un mal día ese "cáncer que padece mi mente" nubló al ser que luchaba por no desaparecer y permitió que emergiera y tomara el control ese otro que desea aniquilarlo todo: el demonio a quien tanto reprimí siendo buena gente y regalando sonrisas.
Una buena noche salté del balcón de mi hogar al vacío.
Ayer mi gata dio un mal paso y cayó siente pisos al vacío. No salió ilesa. Se fracturó ambas patas. En este momento me doy cuenta que esa gata y yo tendremos ya un tema de conversación. ¿Habrá muerto por un instante como creo que morír yo? Se llama Momo.


Saturday, February 26, 2005

Just like you said it would be life goes easy on me... most of the time

Ayer -la primer vez que publiqué mi blog- se me ocurrió la maravillosa idea de ponerme denso. Hoy leí lo escrito y me parece basura. Supongo que lo único que logro escribir siempre es basura.
Todo este tiempo que he vivido (33 años) siempre he creído que ser escritor es el fin último de mi vida. No sé en qué momento surgió, de dónde provino o cómo se insertó en mi vida esta obsesiva idea de escribir, misma que ha dictado todas y cada una de las decisiones que he tomado. No me arriesgo a tomar un rumbo si lo que haré no me sirve o me servirá para nutrir mi vida como escritor. Sé que puede tratarse de un autoengaño muy cabrón para no hacerme cargo de la vida que me tocó vivir: fugarme de la realidad dicen muchos. Pero no recuerdo querer otra cosa desde que soy niño. Y toda la vida he tenido miedo de irme directamente a una fosa séptica si continúo por este camino. es tan incierto. todo mundo dice: te vas a morir de hambre. ¿De qué vas a vivir? No lo sé, siempre es mi respuesta. Antes esta incetidumbre me mataba, hoy ya no. Lentamente he aprendido a lidiar con las profundas depresiones que me asaltan y que invariablemente culminan con dos imágenes: perdido como un podiosero vago por las calles de la gran ciudad o termino por ser un tipo amargado, frustrado que vive dentro de un pequeño apartamento sucio y deteriorado ganando apenas lo suficiente para sobrevivir.
En ambos casos mi vida, después de imaginar semejantes situaciones, se tornaba insoportable de llevar. Todos los días quería morir; ningún día era bueno y dormido la angustia apenas se diminuía un poco.
Pensar en el futuro es un deporte de altísimo riesgo para mí, no es lo mío.
Pero, poco a poco, esas imágenes se han ido debilitando y con ellas el miedo a la vida adulta. Ya no existe el demonio afuera, sólo en el interior.

Friday, February 25, 2005

Hasta entonces jamás la había visto: ante mis ojos la vida cobró forma.

Amor, no te llame amor
el que no te corresponde,
pues que no hay materia adonde
no imprima forma el favor.
Naturaleza, en rigor,
conservó tantas edades
correspondiendo amistades;
que no hay animal perfeto
si no asiste a su conceto
la unión de dos voluntades.
De los espíritus vivos
de unos ojos procedió
este amor,
que me encendió
con fuegos tan excesivos.
El Caballero de Olmedo,
de Lope de Vega
Las calles en mi exitencia siempre fueron un tema a serio a tratar. Ya desde el kinder había una clase especifica donde se nos enseñaba el arte de cruzar las calles. Desde entonces tuve esa fijación: cada vez que cruzo una calle recuerdo las palabras de la Miss Jenny: fíjense siempre a ambos lados de la calle. Pero jamás me advirtieron que me fijara en ambas direcciones de la vida.